SuperCharly
lunes, 11 de febrero de 2008
  El precio de una carrera universitaria?...
Por Erik Struyf Palacios. Corresponsal de El Comercio




BRUSELAS. Laura es estudiante universitaria del primer año de lenguas modernas. Tiene 19 años. Proviene de una familia de clase media baja: sus padres ganan demasiado como para que Laura obtenga una beca del Estado Francés y muy poco como para financiar los estudios de su hija. A la novel universitaria se le acumulan las cuentas y las deudas. Los estudios superiores en Francia, como en el resto de Europa, suponen gastos en matrículas y libros, pero también un alquiler y cuentas de teléfono y energía para los provincianos que acuden a las grandes ciudades a formarse.

Laura intenta sobrevivir: "Trabajo 15 horas semanales para una empresa de telemárketing y 20 horas en la facultad. Pero lo que gano no me alcanza. He dejado de pagar la factura del celular, me muero de miedo de toparme con un controlador en el metro porque viajo en negro (sin pagar). Si pudiera saciar mi hambre, mi situación sería soportable. Pero ni eso. La despensa está casi vacía. Los alimentos que me envió mi madre se han terminado. Pasta, pasta y nada más que pasta. No sé cómo llegaré al final del mes, cómo pagaré mi alquiler de 450 euros".

Entonces se rinde: "En toda vida hay una noche en la que se madura demasiado pronto. Adiós a la inocencia. Fue una de esas noches melancólicas en que los balances duelen: nada de dinero. En la oscuridad, frente a la pantalla de una computadora mis dedos se movían frenéticamente sobre el mouse en busca de una solución". Navegando en Internet, en páginas que ofrecen modestos empleos, la joven universitaria se topa con anuncios que proponen relaciones sexuales a cambio de dinero. Una semana más tarde, angustiada por su situación económica sin visos de solución, Laura salta al abismo y va al encuentro de su primer cliente.

MILES DE VÍCTIMAS

Laura es una de las miles de estudiantes francesas que se ven obligadas a prostituirse para financiar sus estudios superiores. Son 44.000 universitarios, en su gran mayoría mujeres, según cifras del sindicato estudiantil galo (SUD). En cada aula universitaria de Francia habría entre una y dos chicas que venden su cuerpo para seguir su carrera. Un quinto de la población estudiantil que sufre de precariedad económica se vería empujado a incursionar en el negocio del sexo. Y las cifras podrían quedarse cortas. No existen datos plenamente fiables y detallados sobre un fenómeno apenas conocido e incómodo.

La socióloga francesa Eva Clouet acaba de publicar un estudio para echar luces sobre este mundo oscuro. Se titula "Prostitución entre los estudiantes en tiempos de nuevas tecnologías" y recoge los resultados de un trabajo de campo realizado en la Universidad de Nantes, en donde aplicó un cuestionario a 138 estudiantes. Sus conclusiones coinciden con la experiencia vivida por Laura: el principal móvil que conduce a la mayoría de chicas a venderse es la falta de dinero: "Su situación económica es muy precaria, sus padres son en general modestos. Pero existen también otros motivos, como escapar de una educación muy rígida o explorar una sexualidad fuera de las normas establecidas", explica.

La investigadora ha conseguido dibujar un perfil de la estudiante prostituta: "Son chicas ambiciosas respecto de sus estudios y su futuro profesional, cuya absoluta prioridad es mantenerse. Provienen generalmente de las clases populares o medias, tienen ansias de triunfar, de convertirse en 'alguien' y aspiran a vivir con comodidad. Están convencidas de que los estudios superiores les ofrecen la posibilidad de ascensión social a la que aspiran. La mayoría de ellas son esforzadas".


MODUS OPERANDI

Las estudiantes que se prostituyen en Francia se describen como 'escortes' o 'escort girls', es decir como chicas de compañía, y ejercen el oficio de manera independiente, escogida y ocasional. Las más asiduas lo hacen una vez por semana y la minoría, una vez cada dos meses.

"Ganarse la vida de este modo en el largo plazo les parecería inaceptable e insoportable", subraya Clouet. La socióloga estima que así como la precariedad económica es el móvil más recurrente, Internet se ha convertido en el medio facilitador del fenómeno y explicaría su expansión: "Se sirven de Internet para enganchar clientes, ya sea publicando anuncios en sitios de encuentros, clásicos o especializados, o utilizando foros de discusión, chateando o creando su propio blog. De esta manera protegen su anonimato, imponen sus condiciones y fijan sus tarifas".

El testimonio de Laura confirma las hipótesis de Clouet: "Con la ayuda del mouse abro los perfiles de decenas de hombres, los anuncios terminan por parecerse todos. Las palabras se repiten: chica joven, momentos tiernos, busco. Los hombres que se presentan tienen un promedio de 50 años y tienen dinero: ofrecen entre 100 y 250 euros por una cita. Qué importa una tarde en una vida, cuando realmente se necesita dinero, qué importa una tarde... Entonces llega el primer mensaje, ese que nunca se olvida. Para mí vino de Joe, un sobrenombre extraño: "Hombre joven de 50 años busca masajista ocasional, estudiante". Yo no invento un seudónimo para mí. Me presento como Laura, pensando que seré siempre Laura, pase lo que pase...".


SALIR DEL ABISMO

¿Qué empuja a reincidir? "El dinero. No se puede decir que sea dinero fácil, visto lo que se pide a cambio, pero sí que es dinero rápido. Y es tentador encontrarse de pronto con los bolsillos llenos de plata. Después de mi primera experiencia tuve la necesidad de salir de compras. Fue algo compulsivo. Cuando vuelve una a estar sin un centavo después de unos meses, se recomienza", cuenta Laura en una revista estudiantil.

Después de su primera vez, vinieron otras y otras: "Llegó un momento en que no podía mirarme en el espejo", recuerda. Hasta que tuvo la idea y el coraje de escribir un testimonio sobre su experiencia, que salió publicado a comienzos de enero de este año: "Mis caros estudios" se titula en alusión a su costosa y querida carrera. Laura actualmente sigue estudiando y trabaja duro: "He compartido mi experiencia para que se deje de cerrar los ojos frente a un fenómeno que existe. Esta práctica es extremadamente violenta. Es muy duro encontrarse delante de un hombre de unos 50 años, desnudo, y convertirse en objeto de sus fantasmas. Las consecuencias son devastadoras para construirse como mujer", asegura.

Laura, pese al interés mediático que ha despertado su testimonio en toda Europa, se niega a dar consejos a las chicas que se hallan en la situación que a ella le tocó vivir. Solo quiere recordar que dar el paso que ella dio (practicar la prostitución) no es anodino. "Se elige con conocimiento de causa, pero cuando se tiene hambre y facturas por cancelar. ¿Se trata de una verdadera elección?", pregunta.

Un drama que sigue creciendo


La expansión de la prostitución entre las estudiantes universitarias no es un fenómeno exclusivo de Francia. Existe también en Bélgica, Holanda, España, Italia y en muchos países del Este de Europa. En Polonia, han acuñado un término para designar a las estudiantes que se prostituyen: 'universtitutas' les dicen.

Un estudio realizado en la Universidad de Kingston, Londres, arrojó un dato sorprendente: el 10% de los estudiantes interrogados sostuvo tener compañeras que trabajaban como 'stripteaseras', masajistas o prostitutas. Muchas chicas británicas preferirían tener sexo con sus compañeros de facultad a cambio de dinero que trabajar como meseras o niñeras.

La revista universitaria británica "Varsity" publicó sorprendentes testimonios de estudiantes recogidos en la Universidad de Cambridge. Una muchacha reveló que se había vendido a más de 40 hombres en un lapso de dos meses y que hubo semanas en las que llegó a ganar casi mil libras esterlinas (unos 2.000 dólares) prostituyéndose.



Tomado de El Comercio 03/02/2008 Cuerpo B Página 8
 
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